En nuestra reciente historia las
Islas Canarias han sufrido grandes cataclismos geológicos y climatológicos,
algunos de ellos especialmente graves como este que damos a conocer gracias a
la gentileza de Faneque Hernández Bautista y Juan Manuel García Torres quienes nos ofrecen el documento inédito y su
transcripción, de una grave tormenta que llegó a producir en Tenerife la mortandad de casi 500 personas.
CURIOSA PARTIDA EN EL LIBRO 7 DE
DEFUNCIONES DE LA PARROQUIA DE EL SAGRARIO (CATEDRAL DE CANARIAS) SOBRE
DESTROZOS CAUSADOS POR UNA TORMENTA EN LAS ISLAS HACE CASI 200 AÑOS
(El texto de esta partida, cuya
autoría es del párroco don Agustín José Betancourt, ha sido trasladado al
castellano actual solo en lo indispensable para una apropiada comprensión del
texto. El motivo de la publicación no es otro que celebrar que el temporal de
estos días, a pesar de su intensidad, no haya supuesto pérdida de vidas)
Hoy siete de noviembre de 1826
desde la madrugada de este día llegó un barranco extraordinario el cual fue
creciendo en proporción a las lluvias de manera que a las diez de la noche saltó
el agua los pretiles del puente y a continuación rompió las murallas por la
parte del terrero haciendo tal estrago que derribó varias casas de alto y bajo;
se llenaron todas las casas que forman la manzana del terrero de agua, arena y
lodos; derribó parte de la muralla hacia los Remedios e hizo caer parte de la
casa de los Giles con pérdida considerable y en proporción de la mucha agua fue
el viento, el cual fue de bastante consideración por los muchos estragos que
causó. Trajo el barranco tantos árboles que quedaron todas las riberas del mar
formando trincheras; del mismo modo, retiró la mucha broza y tierra por la parte
horizontal del barranco y formó una especie de muelle. En la misma medida
corrieron todos los barrancos de la isla de un modo nunca visto causando los
mayores estragos pues vinieron a la mar propiedades enteras dejando a algunos propietarios
en la mayor pobreza; con pérdidas de tanta consideración que en la isla casi no
quedó nadie que no padeciera considerables daños. Los caminos de toda la isla
quedaron intransitables, los heredamientos perdidos en todos los campos cuyas
reedificaciones se calculan en muchos miles de pesos, pero Dios, al paso que
nos probó con un castigo tan extraordinario, nos miró con misericordia pues
solo por la parte del norte aparecieron dos o tres ahogados. Son tantos los
daños que experimentó esta isla que para dar noticia de todos ellos con detalle
sería necesario mucho papel y tiempo. Todos estos daños son nada en comparación
de los que padeció la isla de Tenerife con pérdida de casi quinientas almas de
modo que pueblos enteros fueron a la mar, desgracias nunca vistas desde que las
islas lo son. Uno de los barrancos mayores de Tenerife se llevó parte del
templo de Candelaria con la milagrosa imagen de Candelaria, con los vasos
sagrados. Baste decir que casi toda la isla quedó tan lisa como una laja. Este
daño fue más considerable en La Orotava. Baste decir que las desgracias que
acaecieron son de la mayor consecuencia y no se pueden referir sin lágrimas y
admiración…
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