En la isla de Gran Canaria los indígenas invocaban
a la lluvia en grandes peregrinaciones colectivas que dirigían hacia su lugar más sagrado, el
santuario de Tirma, donde las magas portando ramas en sus manos demandaban la necesitada lluvia:
"Cuando faltaban los temporales, iban en procesión,
con varas en la mano, y las magadas con
vasos de leche y manteca y ramos de palma. Iban a estas montañas, y allí
derramaban la manteca y leche, y hacían danzas y bailes y cantaban endechas en
torno de un peñasco, y de allí iban a la mar y daban con las varas en la mar,
en el agua, dando todos juntos una gran grita”.
(Abreu
1977: 156)
Herencia atávica de nuestros
antiguos ritos es la actual fiesta de la Rama
de Agaete, aunque incomprensiblemente a algunos no les guste.
Nuestros indígenas eran bereberes
del norte de África y allí todavía en la actualidad entre las poblaciones Menaa
del Aurés argelino cuando llega la primavera se demanda la lluvia, y para ello
se recogen en peregrinación las ramas con las que se fabricará la pelota para
el juego del Takourt, que nosotros conocemos como billarda.
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