martes, 10 de febrero de 2015

INOLVIDABLE PEDRO LEZCANO


Oda a Fuerteventura
Para qué se desnuda tanta tierra,
ardorosa y pasiva?
Horizontes de senos acostados,
caderas desceñidas…
¿Qué amante secular tarda o desdeña
tan vasto amor, amante tan propicia?
Una hoja de vid, clásicamente,
cubre su virgen desnudez antigua.
Y acaso la palmera surtidora
y el tarajal ceniza
y el palio de algún ave, soñadora
de trigales, que emigra…
Sobre su cuerpo suéñase la rosa
y reside la espina.
Fuerteventura: tierra.
Edén para morir, tumba infinita.
Sabe a tierra mi boca si te nombro.
Hundido en tierra está cuanto te habita.
El agua en pozos duerme sin arrullo.
La vid en hoyos crece y fructifica.
Y el hombre amasa en tierra, siempre en tierra,
su casa y su sonrisa.
(El polvo es tierra muerta,
alma de tierra ingrávida y alígera;
pero en polvo mortal basta una lágrima
para que surja el barro de la vida.)
¡Esperar y llorar, Fuerteventura,
que a los ojos no llegan las sequías!
Tus mujeres sentadas,
tus lentos hombres lloran a la orilla,
con sus camellos de perfil de monte
y sus fincas tendidas.
Aran despacio el mar tus pescadores
-para vivir, para morir, no hay prisa
Siembran un pez pequeño en hondo surco
que el mar bíblicamente multiplica.
Toda Fuerteventura aguarda en llanto,
cuerpo a tierra, enterrada y siempre viva,
yacente al sol, desnuda y meditando
en su resurrección o en su agonía.
Fuerteventura: Dios lanzó un puñado
de tierra en una tumba sumergida.
Pedro Lezcano
Paloma o herramienta (Antología)