domingo, 19 de junio de 2011

LA MEMORIA SILENCIADA DE FUERTEVENTURA.



         
               Fuerteventura, isla alejada, recóndita, desértica  ha sido históricamente un lugar en el que se han recluido  a los intelectuales molestos contrarios al sistema. En 1924 Unamuno y Soriano no compartían los ideales antidemocráticos de Primo de Rivera y aquí fueron confinados.  Durruti, líder de la CNT, fue  muy incómodo para la II República española y acabó desterrado en Puerto de Cabras,  y  los arrabales saháricos de Majada Marcial del  viejo Puerto Cabras, se convirtieron en 1957 en campo de concentración  para los saharauis aprisionados  en la guerra de Sidi Ifni. Más recientemente, en 1962 , Franco envió a Fuerteventura a sus adversarios políticos  Fernando Álvarez de Miranda, Jaime Millares, Jesús Barros de Lis y a Joaquín Satrústegui.  Pero sin lugar a dudas, uno de los capítulos más negros de la historia de la isla lo supuso, tras la guerra civil española, la creación  del campo de concentración de Tefía donde durante años se retuvieron  a los presos republicanos,  a quienes en trabajos forzosos, se les obligó a realizar determinadas obras de acondicionamientos de carreteras e incluso a taladrar los túneles del Barranco del Ciervo para facilitar el acceso  a Cofete. Posteriormente el campo  sería usado para encerrar y castigar a  los homosexuales, quienes  simplemente por manifestar su opción sexual eran penalizados en Tefía.
              Con nuestro anhelo de que situaciones como estas no se repitan nunca jamás en la historia de nuestro pueblo canario, nos quedamos con los textos de unos de los represaliados, maravillándonos el hecho de que D. Miguel de Unamuno, en sólo tres meses de confinamiento en la isla, pudiera escribir estos textos que han inmortalizado el paisaje y la cultura majorera.




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